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Como a las 5:30 am, después de otra pared mas, que por partes parecía que tuviera más de 60 grados de inclinación, Juan Carlos se dio la vuelta y nos dijo: "Felicitaciones, han llegado a la cumbre del Coto, vámonos de regreso"… sin ver más allá de nuestras espaldas, Alberto y yo buscamos nuestras cámaras de foto para capturar aunque sea nuestras caras, pero ninguna encendió, estaban congeladas! No había duda que teníamos que bajar al toque, y rápidamente pues el clima empeoraba cada segundo, el viento helado congelaba todo y estábamos ya cubiertos de hielo.
No hubo mayores preparativos, solo el "pisen seguros y sin miedo y bajemos rápido"... yo sabía lo empinadas que son esas paredes y ahora tendría que bajarlas a ciegas y de frente, ni siquiera en rapel... de corbata!.

Llegamos al refugio como a las 8:30 am y a Quito como a las 12pm; para mí, más que rompecorazones, esa montaña es rompe piernas!

No nos costó mucho decidir volver al “Coto” en vez de intentar el “Chimbo”, yo quería experimentar la vista desde su cumbre, como la había visto en fotos, y el Doc tendría otro chance para hacer la cumbre.

Salimos hacia allá nuevamente el domingo temprano, llegamos al refugio un poco después del medio día y pudimos descansar bien durante la tarde. Salimos nuevamente a las 11pm, había un viento bastante fuerte pero el cielo estaba despejado, se veían un millón de estrellas.

Yo salí con Alberto y el Doc con Joaquín, el guía ecuatoriano que nos acompañó esta vez.

 
Alex desbordando felicidad luego de su segundo ascenso consecutivo y de bajar su marca personal.
nes y encordamos para iniciar el ascenso.

La primera pared nos tomó como 2 horas pero avanzamos a buen paso, pasando otras cordadas que habían salido antes que nosotros. Después de esa pared viene una corta zona de hielo y piedra y de allí otra pared bastante pronunciada antes de llegar a la arista que cruza una gran formación rocosa (Yanasasha), para cuando llegamos allí, ya el clima estaba muy malo, el viento soplaba tan fuerte que, literalmente, teníamos que clavar bien los pies al piso para mantenernos de pie... cada paso costaba y el ruido del viento era impresionante; más impresionante eran los cambios de clima cada vez que pasábamos de una cara a otra en la saliente, una suerte de zig zag por las aristas que hacían que un segundo estés en una tormenta de nieve y luego en una calma y silencio total... alucinante!.
   
 
 

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